Cerebro en llamas: así funciona el enojo por dentro
Por 9 Julio, 2025Estar enojado no es un estado que se pueda mantener durante mucho tiempo. Investigaciones científicas han revelado que una persona mentalmente sana no permanece enojada más de 90 minutos.
El enojo debe ser clasificado como una emoción primaria, más que como un sentimiento, de acuerdo con la mayoría de los expertos en psicología y neurociencia. Las emociones son respuestas psicofisiológicas automáticas que surgen ante estímulos externos o internos, mientras que los sentimientos son la interpretación consciente de esas emociones. Es decir, el enojo ocurre primero como emoción, y luego puede ser sentido, reflexionado o verbalizado como un sentimiento.
Pero ¿por qué a algunas personas les gusta enojarse, discutir y, sobre todo, ganar un pleito?
En su libro Un clavado a tu cerebro (2024), Eduardo Calixto expone que el orgullo, el enojo, la culpa y la vergüenza activan circuitos neuronales que nos hacen poner atención y generan conductas rápidas y poco razonadas, orientadas a buscar una recompensa inmediata, la cual —de obtenerse— genera felicidad.
Calixto, doctor en neurociencias y médico cirujano por la UNAM, explica la secuencia de activación del cerebro: la corteza prefrontal modula la activación de la amígdala cerebral (que origina la emoción); la ínsula, que identifica dolor, odio y aversión, activa el núcleo accumbens, que libera dopamina y exige el “final feliz” de toda nuestra vida emocional.
Dicha secuencia es provocada por emociones como el orgullo, la culpa y la vergüenza, las cuales están detrás de procesos como la necesidad de ganar o disminuir el dolor. Estas emociones se aprenden desde la primera infancia y están asociadas con la búsqueda de recompensa.
Lo paradójico es que las mismas redes neuronales que se activan en los momentos sublimes —por ejemplo, al reír— también se activan con el enojo, la culpa, la vergüenza, la tristeza y la furia. Estas emociones se atenúan con el tiempo, por eso no se puede estar molesto o de mal humor de forma permanente.
Otra paradoja es que las personas que más amamos son quienes más pueden llegar a lastimarnos, debido al lazo emocional que nos une a ellas. La traición duele porque jamás viene de un enemigo.
En el fondo, el enojo y la felicidad comparten procesos fisiológicos y forman parte de una misma conducta, aunque con expresión emocional distinta. Así lo indican Saarimäki H. y colaboradores en una investigación publicada en la revista Cerebral Cortex, en abril de 2015.
Después de una crisis de enojo, las áreas límbicas del cerebro se sobreactivan, generando un proceso que busca satisfacción o alegría. Es decir, el cerebro busca una dosis de felicidad inmediata tras un conflicto. Esta condición contradictoria es la que nos permite sobrellevar estados depresivos, ansiosos o melancólicos.
Cuando iniciamos una discusión o una pelea, lo que busca el cerebro a toda costa es ganar, y al hacerlo, se obtiene una recompensa. Esto nos produce felicidad, ya que vencer al oponente genera una sensación de satisfacción.
No está mal enojarse por periodos breves: puede hacernos más competitivos y ayudarnos a encontrar justicia. No obstante, si nos enojamos por más de 90 minutos, se activan sistemas neuronales que pueden ser contraproducentes para el cerebro.
Muchas veces nos preguntamos por qué algunas personas parecen buscar conflictos o iniciar discusiones. Esto se debe a que, al discutir, se incrementa la dopamina y se activan regiones del cerebro asociadas a la adicción. Por ello, algunas personas inician procesos agresivos para sentir placer, ya que incluso la reconciliación puede resultar altamente motivadora.
Sin embargo, una adecuada salud mental no busca emociones negativas como método para relacionarse ni como forma de sentirse “ganador”. Si este patrón se identifica, es importante acudir con profesionales, puesto que podría tratarse de un trastorno de la personalidad. Una vez detectado, es posible trabajar en su solución.
Comprender la paradoja de enojarnos para obtener recompensa es un proceso que podemos realizar en nuestra vida cotidiana. Reflexionar sobre la causa de nuestra molestia nos permite entender el origen de nuestras palabras hirientes, que muchas veces utilizamos como defensa o mecanismo de protección.
El enojo, lejos de ser un enemigo, es una emoción primaria que nos habla de nosotros mismos: de nuestras heridas, valores y deseos. Comprenderlo como una reacción fisiológica momentánea nos permite gestionarlo y evitar que nos controle. Reconocerlo, sentirlo y soltarlo es parte de la inteligencia emocional.
“Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio reside nuestra libertad y poder para elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta yace nuestro crecimiento y nuestra libertad.”
— Viktor E. Frankl.
X: @delyramrez
*ARD
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