Batalla de Puebla, la defensa de la patria el 5 de mayo de 1862

Batalla de Puebla, la defensa de la patria el 5 de mayo de 1862

Tras el triunfo mexicano en la Batalla del 5 de mayo, el presidente Benito Juárez renombró a la ciudad como Heroica Puebla de Zaragoza
Por Redacción 5 Mayo, 2021

La Guerra de Reforma trajo consecuencias severas para la nación mexicana, una de ellas fue la crisis económica que orilló al presidente Benito Juárez a suspender el pago de las deudas contraídas con otros países.

Afectados sus intereses Francia, Inglaterra y España enviaron tropas a las costas mexicanas; no obstante, debido a las negociaciones diplomáticas y a la firma de los Tratados de La Soledad, el gobierno mexicano se comprometió a realizar los pagos correspondientes.

Por ello Inglaterra y España abandonaron el territorio nacional, sin embargo el gobierno francés no cumplió con lo pactado en los citados tratados y comenzaron una intervención armada en México.

El avance de las fuerzas francesas comandas por el General Charles Ferdinand Latrille, Conde de Lorencez, provocó la movilización de las tropas mexicanas.

El General Ignacio Zaragoza quien ostentaba el cargo de General en Jefe del Ejército de Oriente, decidió concentrar sus fuerzas en la Ciudad de Puebla y ponerla en estado de defensa, con el objetivo de enfrentar en ese lugar a las fuerzas invasoras.

A las 9 de la mañana del 5 de mayo de 1862, con el disparo de un cañón mexicano dio inicio una de las jornadas más gloriosas que registran nuestra historia patria.

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El mando francés concentró su esfuerzo en el Fuerte de Guadalupe, por lo que lanzó un primer embate a este punto. A pesar de la superioridad en armamento de las fuerzas de Lorencez, éstas fueron detenidas por las tropas nacionales.

El ataque francés hacia el Fuerte de Guadalupe se repitió dos veces más, sin embargo los soldados mexicanos lograron rechazarlos en ambas ocasiones y provocar con ello la retirada francesa.

El arrojo, valentía y patriotismo mostrado por los hombres comandados por el General Zaragoza hicieron que este hecho de armas sea un símbolo de defensa de la soberanía e independencia de nuestra nación.

En aquella gloriosa jornada, las armas del Supremo Gobierno se cubrieron de gloria ya que el mejor ejército del mundo fue derrotado por los primeros hijos de México.

 

Estrategia militar mexicana

El 3 de mayo de 1862 por la noche, el general Ignacio Zaragoza arribó a Puebla. Los efectivos del Ejército de Oriente se organizaron por las calles desiertas de la ciudad, pues la mayoría de la población era partidaria de la invasión.

Zaragoza estableció su cuartel a unos cuantos metros de la línea de batalla, donde estableció el plan para la defensa de la plaza, que consistió en concentrar los pertrechos en el Sur y Oriente de la ciudad, esperando evitar que los franceses alcanzaran al área urbana de Puebla.

El 4 de mayo, los exploradores mexicanos volvieron con noticias de que una columna de conservadores a caballo, al mando de Leonardo Márquez y José María Cobos, marchaba por la zona de Atlixco para unirse con las fuerzas del General Charles Ferdinand Latrille, Conde de Lorencez, en el ataque a Puebla.

Zaragoza entonces envió una brigada de 2 mil hombres bajo el mando de Tomás O'Horán y Antonio Carbajal, con el fin de detenerlo, lo cual lograron.

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Aunque sus fuerzas habían disminuido, los mexicanos se prepararon para la defensa de Puebla.

Contaban con dos baterías de artillería de batalla y dos de montaña, cubriendo los Fuertes con mil 200 hombres y formando a otros 3 mil 500 en cuatro columnas de infantería con una batería de batalla y una brigada de caballería por el lado del camino a Amozoc.

El ala derecha mexicana la cubrían las tropas de Oaxaca dirigidas por Porfirio Díaz. El centro de la línea lo ocuparon Felipe Berriozábal y Francisco Lamadrid con las tropas del Estado de México y San Luis Potosí.

La izquierda se apoyó en el cerro de Acueyametepec ubicado en el norte de la ciudad y en cuya cumbre se ubicaban los Fuertes de Loreto y Guadalupe, con el general Miguel Negrete a la cabeza de la Segunda División de Infantería.

La artillería sobrante la colocaron en los Fortines y reductos dentro de Puebla, quedando al mando del general Santiago Tapia.

 

Sangrienta batalla

A las 9:15 de la mañana del 5 de Mayo, los franceses aparecieron en el horizonte, avanzando desde la cercana Hacienda de Rementería, cruzando fuego con las guerrillas de caballería que se batían en retirada y que no se replegaron hasta que las líneas francesas estuvieron formadas y listas para avanzar.

La batalla se inició en forma a las 11:15 de la mañana, anunciándose con un cañonazo desde el Fuerte de Guadalupe y acompañado por los repiques de las campanas de la ciudad.

En ese momento se dio una maniobra sorpresiva: la columna francesa, que venía avanzando en orden de Oriente a Poniente se dividió en dos: la primera, compuesta por aproximadamente 4 mil hombres y protegida con su artillería, dio un violento viraje hacia la derecha y se dirigió hacia Los Fuertes; mientras que la segunda columna, compuesta por el resto de la Infantería, quedó como reserva.

Los conservadores Almonte y Antonio de Haro y Tamariz, que acompañaban a los franceses, habían sugerido que el ataque se dirigiera a las inmediaciones del ex Convento del Carmen, en el Sur de la ciudad, tomando como antecedente lo que sucedió en el sitio durante la Guerra con Estados Unidos.

Lorencez, confiado en la superioridad de sus tropas, así como en el auxilio que esperaba del contingente de Márquez, desoyó el consejo y decidió concentrar el ataque en Los Fuertes, donde los mexicanos contaban con la ventaja.

Zaragoza advirtió la maniobra y rápidamente replanteó su plan de batalla, movilizando las tropas hacia las faldas del cerro.

El 6o. Batallón de la Guardia Nacional del Estado de Puebla, bajo el mando del entonces coronel Juan Nepomuceno Méndez, fue el primer cuerpo del Ejército de Oriente en hacer frente a los franceses. Estaba ubicado en la línea comprendida de Los Fuertes. A su mando estaban temibles hombres indígenas armados con machetes y cuchillos.

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Por los primeros días de mayo el distrito de Zacapoaxtla abarcaba poblaciones que hoy son municipios independientes. El batallón se formó con hombres de comunidades de la Sierra Norte de Puebla, de lo que hoy se conoce como como Xochiapulco, Tetela, Zacapoaxtla, Cuetzalan, Xochitlán, Nauzontla, a este regimiento se le llamó Batallón Zacapoaxtlas por pertenecer a ese distrito con base en esta villa.

Los hombres salieron a pie desde la Sierra Norte a la capital de Puebla para defender la patria con honor y valentía. Muchos hombres más se le unieron a su paso por los pueblos que cruzaban.

Se sabe que fueron los hombres de Xochiapulco el grupo más numeroso y los primeros en entrar al combate contra los franceses.

Estos hombres temibles en el combate cuerpo a cuerpo por su destreza con el machete estaban al mando de subteniente indígena Ramón Vergara, y de los Generales Juan Crisóstomo Bonilla, Juan Nepomuceno Méndez y el General Indígena Juan Francisco Lucas, estos tres personajes conocidos como “los tres Juanes de la Sierra”.

Al inicio de las hostilidades Ignacio Zaragoza hizo avanzar a las fuerzas de Berriozábal a paso veloz entre las rocas, situándolas entre la hondonada que separa a Loreto y Guadalupe. Mientras, el general Antonio Álvarez con su brigada protegió el flanco izquierdo de los reductos.

La línea de batalla mexicana formó un ángulo que se extendió desde Guadalupe hasta un sitio conocido como Plaza de Román, frente a las posiciones enemigas.

El General Zaragoza dispuso que el General Lamadrid defendiera con las tropas potosinas y dos piezas de artillería el camino que conectaba a la ciudad con la garita de Amozoc.

La derecha de la línea de batalla mexicana la cerró Porfirio Díaz con la División de Oaxaca, auxiliado por los escuadrones de Lanceros de Toluca y Oaxaca.

Los franceses continuaron su avance, colocando sus baterías frente a Guadalupe, al tiempo que devolvían el fuego mexicano proveniente de esa posición.

 

Segundo intento neutralizado

En ese momento los zuavos, el regimiento de élite de la infantería francesa, iniciaron su ascenso por el cerro hacia Guadalupe, perdiéndose de la vista de los fusileros mexicanos. De repente, aparecieron disparando frente a la fortificación. Sin embargo, el fuego lanzado por los mexicanos los detuvo en seco.

En ese instante, los soldados de Berriozábal los recibieron con sus bayonetas, por lo que tuvieron que retirarse hasta ponerse fuera de tiro. Se repusieron rápidamente y se lanzaron de nuevo intentando tomar El Fuerte.

Los franceses apoyados por el 1.er y 2.º Regimientos de Infantería de Marina se abalanzaron sobre el resto de la línea mexicana, siendo recibidos con la bayoneta de las fuerzas mexicanas que aguantaron a pie firme.

La columna francesa fue rechazada en Guadalupe y Loreto, siendo igualmente repelidos los ataques de otras columnas francesas desplegadas.

En ese momento, el Coronel mexicano José Rojo avisó a Antonio Álvarez que era tiempo de que la caballería mexicana entrara en acción para alcanzar una victoria completa.

Ordenó a los Carabineros de Pachuca cargar sobre los restos de la columna, disparando sus carabinas y lanzando mandobles de sable sobre los franceses, siendo totalmente rechazados.

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A las dos y media de la tarde, cuando se empezaba a perfilar una victoria para los mexicanos, Lorencez se dispuso entonces a lanzar el último asalto, dirigiendo a los Cazadores de Vincennes y el Regimiento de Zuavos hacia Guadalupe, mientras ponía en marcha una segunda columna de ataque compuesta de los restos de los cuerpos de batalla —excepto el 99 de Línea, el cual quedó de reserva en el campamento francés— para atacar por la derecha de la línea de batalla mexicana.

Ante esta situación, salieron a la batalla los Zapadores de San Luis Potosí, al mando del general Lamadrid, librándose un sangriento y terrible combate a la bayoneta.

Una casa situada en la falda del cerro fue el objetivo. Los franceses la tomaron y se guarecieron en ella, siendo desalojados por los zapadores; la recobraron y de nuevo fueron expulsados por las tropas de Lamadrid.

Un cabo mexicano de apellido Palomino se mezcló entre los zuavos y se batió con ellos cuerpo a cuerpo, posesionándose de su estandarte como botín de guerra al caer muerto el portador del mismo. Este momento significó un golpe anímico a favor de los defensores.

Ya entrada la tarde cayó un aguacero sobre el campo, lo cual dificultó el avance a las tropas francesas.

Ignacio Zaragoza dispuso que el Batallón Reforma de San Luis Potosí saliera en auxilio de Los Fuertes. En Loreto había un cañón de 68 libras que causaba enormes estragos en las filas francesas. Los zuavos hicieron una carga de infantería desesperada para apoderarse de esa pieza.

 

Huida de los franceses a Amozoc

El artillero mexicano sorprendido por la rapidez de los franceses tenía en sus manos la bala de cañón que no alcanzó a colocar en la boca de fuego. Un zuavo apareció frente a él y tras este el resto del cuerpo que, una vez apoderados de ese fortín, levantarían la moral francesa y podría perderse la victoria conseguida.

Sin embargo, el artillero arrojó la bala al soldado francés, que herido mortalmente por el golpe en la cabeza rodó al foso del parapeto. Luego de que este asalto fue rechazado, los franceses retrocedieron siendo perseguidos por el Batallón Reforma.

Mientras, cuando la segunda columna llegó al Fuerte de Guadalupe protegida por una línea de tiradores, Porfirio Díaz acudió en auxilio de los Rifleros de San Luis Potosí, que estaban a punto de ser rodeados. Movió en columna al Batallón Guerrero, a las órdenes del coronel Jiménez y le ganó el terreno a los franceses. Para apoyar envió al resto de las tropas de Oaxaca, con los coroneles Espinoza y Loaeza a la cabeza, con lo que se logró expulsar al enemigo de las cercanías.

El éxito alentó a Díaz, que destacó al Batallón Morelos con dos piezas de artillería a la izquierda, mientras por la derecha los Rifleros de San Luis Potosí se reponían de la pelea, antecedidos por una carga de los Lanceros de Oaxaca, trabándose un combate cuerpo a cuerpo que hizo retroceder a los atacantes.

En aquel momento, luego de ser repelidos por última vez, los efectivos franceses empezaron a huir, completamente dispersados. Se replegaron a la hacienda Los Álamos, para finalmente retirarse hacia Amozoc.

 

“Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria”

Mientras se libraba la batalla, en el Palacio Nacional y en Ciudad de México en general se vivía un ambiente de tensa espera.

Lo último que se sabía de Puebla era el telegrama enviado por Zaragoza hacia las 12:30 del día, en el que avisaba que el fuego de artillería de ambos lados había iniciado. Luego, silencio.

Ante la incertidumbre, el gobierno había hecho salir precipitadamente al General Florencio Antillón al mando de los Batallones de Guanajuato, quedando como guardianes de la capital sólo 2 mil hombres del Regimiento de Coraceros Capitalinos y algunos centenares de milicianos pobremente armados. Si las tropas guanajuatenses se perdían, la capital quedaría desprotegida.

A las 4:15 de la tarde finalmente se recibieron noticias, el General Zaragoza había escrito:

... Sobre el campo a las dos y media.— Dos horas y media nos hemos batido. El enemigo ha arrojado multitud de granadas.— Sus columnas sobre el cerro de Loreto y Guadalupe han sido rechazadas y seguramente atacó con cuatro mil hombres. Todo su impulso fue sobre el cerro.— En este momento se retiran las columnas y nuestras fuerzas avanzan sobre ellas. Comienza un fuerte aguacero.— I. Zaragoza

Más tarde Zaragoza envió otro telegrama en el que dijo que los franceses habían iniciado la retirada hacia Amozoc, pero sin mencionar el resultado final de la batalla.

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Finalmente, a las 5:49 de la tarde se recibió otro parte, dirigido al ministro de Guerra, que causó júbilo (y un gran alivio) en Palacio Nacional:

... Las armas del Supremo Gobierno se han cubierto de gloria: el enemigo ha hecho esfuerzos supremos por apoderarse del Cerro de Guadalupe, que atacó por el Oriente de Izquierda y Derecha durante tres horas: fue rechazado tres veces en completa dispersión y en estos momentos está formado en batalla, fuerte de más de 4 mil hombres, frente al cerro de Guadalupe, fuera de tiro. No lo bato, como desearía, porque el Gobierno sabe (que) no tengo para ello fuerza bastante. Calculo la pérdida del enemigo, que llegó hasta los fosos de Guadalupe en su ataque, en 600 o 700 entre muertos y heridos; 400 habremos tenido nosotros. Sírvase vd. dar cuenta de este parte al C. Presidente.— I. Zaragoza

Dos horas después de haber sido remitido el parte anterior a la Secretaría de Guerra, el presidente de la República recibía el siguiente:

... Señor Presidente.-Estoy muy contento con el comportamiento de mis generales y soldados. Todos se han portado bien.—Los franceses han llevado una lección muy severa; pero en obsequio de la verdad diré: que se han batido como bravos, muriendo una gran parte de ellos en los fosos de las trincheras de Guadalupe. Sea para bien, Sr. Presidente. Deseo que nuestra querida Patria, hoy tan desgraciada, sea feliz y respetada de todas las Naciones.— I. Zaragoza

 

Heroica Puebla de Zaragoza

El saldo final de la batalla fue de 476 soldados perdidos y 345 heridos del lado francés; así como 83 muertos, cerca de 132 heridos y 12 desaparecidos para el Ejército de Oriente. A las 7 de la noche del día 6 de mayo arribaron a Puebla el general Antillón y sus tropas; Zaragoza esperaba un nuevo ataque de Lorencez, pero este, el día 8 de mayo, dispuso la retirada hasta San Agustín del Palmar, siendo "saludado" por la artillería republicana y la Banda de Guerra de los Carabineros, quienes tocaron "Escape".

El 5 de septiembre de 1862, todavía acuartelado en Puebla, el general Zaragoza contrajo tifo y falleció tres días después. Lo sustituyó en el mando del Ejército de Oriente el general Jesús González Ortega, quien se encargaría de la defensa de la ciudad ya que se esperaba el regreso de los franceses, reagrupados y con refuerzos, lo cual sucedió en marzo del siguiente año.

Los historiadores concuerdan en señalar el talento del General Ignacio Zaragoza como organizador y motivador de sus tropas.

Antes de la batalla, las arengó diciéndoles que si bien los franceses eran considerados "los primeros soldados del mundo", ellos eran "los primeros hijos de México", lo cual tuvo tal efecto en la moral de sus soldados que su determinación por defender la plaza ante los invasores compensó sus carencias materiales y de disciplina.

Además, no temió tomar decisiones arriesgadas, como prescindir de los 2 mil efectivos que O'Horan se llevó para batir a Leonardo Márquez, y en el curso de la batalla actuó con serenidad y efectividad. Se le considera héroe nacional y en su honor, tiempo después, Benito Juárez renombró a la ciudad como Heroica Puebla de Zaragoza.

*BC