No llegaron a Puebla

No llegaron a Puebla

Del reportero
Por Fernando A. Crisanto 14 Diciembre, 2021

El estado poblano, a 700 kilómetros de Tuxtla, era el destino del tráiler que trasladaba a 160 centroamericanos y se accidentó en Chiapa de Corzo, Chiapas el jueves pasado, en un accidente por exceso de velocidad donde murieron 55 indocumentados y hubo más de 100 heridos.

El subsecretario de Seguridad federal, Ricardo Mejía Berdeja, informó en la conferencia de prensa mañanera del viernes pasado que el destino de los migrantes muertos y heridos en Chiapas era el estado de Puebla, donde pagarían una cantidad mayor para ser trasladados a Estados Unidos.

Durante la conferencia del presidente Andrés Manuel López Obrador, desde el estado de Chihuahua, agregó que Puebla y Veracruz son la ruta de tráfico de migrantes y en estos dos estados se está investigando a fondo para asegurar a operadores y ahora vamos por los propietarios de estas empresas, que incluso “son una red”.

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Explicó que se han establecido líneas de investigación desde el 3 de diciembre cuando se detectó y detuvo a un tráiler con más de 200 migrantes en el municipio de Tecamachalco, “hay ya una carpeta de investigación por estos hechos, incluso hay detenidos y se irá a fondo”.

El funcionario federal dijo que se investiga toda esta estructura delictiva, los polleros, quien pone las unidades, enganchadores y hasta el que financia este delito.

El precio a pagar por los indocumentados era muy alto, pero las expectativas también.

Por ejemplo, Celso Pacheco empeñó la escritura de su casa para conseguir el dinero. El trato que había hecho con la “mafia de polleros” era de 100.000 quetzales (unos 13.000 dólares) por el traslado desde Ciudad de Guatemala a Houston, Texas. Ahí buscaría la forma de recuperar lo gastado y ayudar a su esposa, que esperaba en casa con sus tres hijos.

La tragedia de Chiapas, acabó esta semana su sueño y el de otros 150 migrantes que apostaron todo lo que tenían por la oportunidad de llegar a Estados Unidos. Ahora lo ha perdido todo, hasta las ganas de llegar al país del norte. “Lo importante es estar vivo”, dice Pacheco, uno de los supervivientes del accidente que dejó el jueves 55 muertos y 107 heridos, relata un reportaje publicado el sábado en el diario El País.

“Pacheco, de 33 años, salió el martes de su país. Por la tarde ya había cruzado a México. Lo hizo a pie por Gracias a Dios, un minúsculo pueblo asediado por el tráfico de personas y uno de los puntos más peligrosos de esa frontera.

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“Viajaba solo y en el camino se hizo amigo de otros tres migrantes. En grupo era más fácil sortear los escollos de una ruta muy hostil para los viajeros. ´Compartíamos lo que comprábamos porque no cargábamos tanto dinero´, cuenta el guatemalteco desde los pasillos de una pequeña clínica de la Cruz Roja en Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas, donde fue hospitalizado tras el accidente. “Íbamos riéndonos, bromeando en el camino”, recuerda.

El grupo se fue ampliando. Algunos llegaron de las zonas más pobres de Guatemala, otros de República Dominicana, Honduras, Ecuador y un mexicano. Pasaron la noche del miércoles en varias casas de seguridad en San Cristóbal de las Casas, a 150 kilómetros de la frontera. A las ocho de la mañana del jueves pasaron a buscarlos en pequeños camiones para trasladarlos a una parada a media hora de la ciudad, donde les dieron una comida para todo el día.

A la una de la tarde, seis polleros que manejaban todo el grupo los subieron en el camión de la tragedia. El Kenworth de doble remolque al que subió Pacheco con sus tres amigos no era el único. “Había dos tráileres y en cada uno había 150 personas. Con el nuestro pasó lo que tenía que pasar, y el otro ya debe haber llegado a Puebla”, dice.

Sobre ese segundo las autoridades no han dicho nada.

Los viajes de migrantes en camiones han aumentado en respuesta a la militarización de la frontera y las carreteras en México. La estrategia del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador en el año con más detenciones de migrantes de las últimas dos décadas ha sido desplegar cinturones militares para frenar los masivos traslados hacia el norte.

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“Un grupo de migrantes explicaba a este periódico que, a la persecución en las rutas, se les ha sumado una orden federal a las empresas de autobuses de no vender pasajes a aquellos en condición irregular. Cada vez que se acercan a una ventanilla a comprar un ticket a otra ciudad, les piden la identificación, y con ella deciden si les venden o no. “Te obligan a sobornar para avanzar, y eso, si tienes dinero”, comenta Melvin Zúñiga, un hondureño de 27 años.

“La travesía del Kenworth estaba pensada para durar unas 15 horas. La escala era Puebla, a 700 kilómetros de distancia, donde iban a ser escondidos en unas bodegas. Habían pasado poco más de dos horas cuando el tráiler se salió de control. El conductor tomó a cien kilómetros por hora una curva pronunciada en una autopista a la altura de Chiapa de Corzo, a las afueras de Tuxtla Gutiérrez.

“El límite de velocidad es de 80, por tratarse de una zona residencial junto al Cañón del Sumidero —un acantilado de gran profundidad que atraviesa el estado—. Allí, el vehículo volcó y chocó primero con un poste de electricidad y luego contra la base de un puente peatonal. La caja del tráiler estalló y quedó reducida a un amasijo de hierros”.

La Fiscalía señaló el viernes que la hipótesis principal de la causa del accidente fue el exceso de velocidad. Algunos migrantes declararon que sintieron que el vehículo iba demasiado rápido, al punto de que sentados en el piso de la caja eran zamarreados de un lado a otro.

Rubén Emerson, otro guatemalteco que sobrevivió, recuerda que iba sobre su mochila. El camión llevaba una apertura en el techo para ventilar. Los remolques habían sido agujereados para que los migrantes pudieran respirar. Hacía más de 30 grados y el hacinamiento producía “mucho calor humano”, dice. “Éramos muchísimos, porque llenamos el tráiler y el tráiler era grande”.

Les habían acomodado en filas de seis personas. Aun así, se empujaban unos a otros con el movimiento del vehículo. Emerson corrió con la suerte de venir en la parte de atrás de la caja, como casi todos los supervivientes. El camión se partió en dos.

Por un lado, quedó la cabina del conductor, casi intacta, lo que le permitió salir con vida y huir a pie. Por el otro quedó el remolque, cuya parte de adelante sufrió el mayor golpe, que la dejó como si fuese un acordeón. La de atrás sufrió menos, lo que permitió a muchos sobrevivir a la mayor tragedia migratoria en México.

“Los vecinos fueron los primeros testigos de la imagen dantesca de la estela de cuerpos regados sobre la carretera. Jorge Gómez González tiene su casa frente al lugar del accidente. Lo llama el puente de la muerte por la cantidad de siniestros que ocurren allí. “Fue una carnicería, no lo puedo superar”, dice el hombre, que asegura que estaba parado en la puerta de su casa y lo vio todo. Él ayudó a sacar a una chica de unos 25 años que terminó por morirse en sus propias manos”.

No había en Tuxtla Gutiérrez suficientes ambulancias. La doctora Jessica Aguilar López estaba de guardia esa tarde en la clínica de la Cruz Roja. Era un día normal hasta que sonó el teléfono: el aviso del accidente. “Íbamos a recibir a 10 pacientes porque la unidad es pequeña y el número de camas es mínimo. Empezaron a llegar códigos amarillos, códigos verdes y los hospitales no daban abasto”, relata.

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Fueron tres horas intensas en las que recibieron a 47 pacientes. El pequeño centro de salud se inundó de “gritos, sangre y dolor”. Las salas y pasillos seguían el viernes cubiertas con colchonetas para atender a los migrantes. “Fue demasiado lúgubre observar la forma en la que iban llegando los pacientes”, agrega.

Los migrantes agradecen la asistencia de los vecinos, que les dieron agua y mantas hasta que llegaron las autoridades. La ayuda no fue lo único que recibieron. Apenas sucedió el accidente, un grupo se acercó a robar las pocas pertenencias que le quedaban mientras estaban tirados inconscientes. “Otras personas se aprovecharon de la situación, yo tenía algo de dinero y me vaciaron toda la mochila”, afirma Pacheco.

El guatemalteco perdió en la tragedia, además de sus pertenencias, a dos de los tres amigos que se había hecho. Como Emerson, que horas después de la tragedia esperaba la confirmación de la muerte de su primo.

O Miguel Yáñez Ortega, que tuvo que reconocer el cuerpo sin vida de su cuñado, con quien habían pagado 150.000 quetzales (unos 19.500 dólares) con la esperanza de alcanzar el sueño americano. Nadie quiere pensar por ahora en volver a emprender el viaje al norte. “Esto es una decepción para mi familia”, dice Pacheco, “pero el impacto me dejó traumado, con miedo. No creo que pueda abordar otro camión”.

Y pensar que Puebla era su destino inmediato, al que no llegaron.

 

De las anécdotas que se cuentan


La Organización Mundial de la Salud lanzó un aviso sobre la variante Ómicron, que si usted revisa los comunicados de prensa que este ente internacional ha publicado sobre todas las variantes anteriores, diría que es una copia y pega.

“La última variante de SARS-CoV-2 en ser detectada y la más mutada hasta la fecha, presenta un riesgo muy elevado para el mundo (…) hay todavía muchas incógnitas sobre esta variante, especialmente sobre el peligro real que representa”, lo último es que es altamente contagiosa lo que obliga a los países a radicalizar sus medidas preventivas.

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Por si no lo cree, van unos párrafos que confirman que algo no anda bien en la OMS:

“Los datos más reveladores conocidos hasta el momento sobre la nueva variante:

1- La variante se extenderá por todo el mundo.

2.-Es inevitable que, tarde o temprano, se propague ampliamente porque tiene al menos las características moleculares de ser altamente transmisible.

3.-Al 29 de noviembre, 12 países habían notificado 165 casos de la variante.

4.-Las personas vacunadas parecen tener mejores resultados contra la nueva variante que las personas no vacunadas. Y aquellos que han recibido dosis de refuerzo parecen estar aún mejor”.

Si usted revisa con detenimiento estos mensajes, no necesita ser médico o virólogo para entender que las cuatro frases podrían entrar con facilidad en un mensaje sobre cualquier cepa del Covid-19.

¿Qué Ómicron se propagará por todo el mundo? Eso es seguro.

¿Qué es altamente transmisible? Pues, todas las cepas de Covid-19 identificadas hasta la fecha, lo han sido.

¿Qué la vacuna protege en algún grado sobre la presencia de esta cepa? Pues, sí.

¿Qué nos corresponde a nosotros, mientras tanto?

No confiarse y seguir apoyándonos en el cubrebocas, el gel antibacterial y la sana distancia.

Usted ya conoce estas herramientas contra el Covid-19.

No se sugestione, pero tampoco se descuide.

fcrisanto00@yahoo.com.mx

Twitter @fercrisanto

Facebook: Fernando Alberto Crisanto

 

Con información de Lo de Hoy Noticias

 

*ARD