DÍA DE MUERTOS: combinación prehispánica y católica de una vida nueva

MICTLÁN. Nuestros MUERTOS siguen aquí, entre nosotros, en los recuerdos...donde siempre vivirán

Las nueve regiones del Mictlán o Chiconauhmictlán hacen referencia al inframundo de la mitología mexica
Por Redacción 31 Octubre, 2023

Los muertos de alguna manera siguen aquí, entre nosotros, en los recuerdos… y mientras eso suceda siempre vivirán

 

El Día de Muertos en México es una mezcla de conceptos, creencias y tradiciones con raíces católicas y de la cultura prehispánica que ven a los muertos desde perspectivas diferentes pero que se entrelazan y cuyo punto de partida es el mismo: creer en una vida más allá de la muerte. 

A esta celebración se fueron sumando las creencias de los pueblos, las historias, las formas y elementos que hacen hasta nuestros días una forma de comunicarse con las personas que han abandonado este plano terrenal, pero que de alguna manera siguen aquí, en los recuerdos… y que mientras eso suceda siempre vivirán.

 

Camino al Mictlán

Las culturas prehispánicas compartían la creencia sobre la existencia de una entidad anímica e inmortal que da conciencia al ser humano y que después de la muerte continúa su camino en el mundo de los muertos, donde sigue necesitando de utensilios, herramientas y alimentos.

Las nueve regiones del Mictlán o Chiconauhmictlán hacen referencia al inframundo de la mitología mexica. Es una cosmovisión de creencias nahuas referidas al espacio y al tiempo, estructurando un universo en regiones determinadas por unas fuerzas vivas. Su creación se debe a los llamados "Dioses Creadores": Xipetótec, Tezcatlipoca, Quetzalcóatl y Huitzilopochtli.

Te puede interesar: Ven al Pueblo Mágico de Huauchinango a vivir el Festival de Día de Muertos: “Fiesta de Flores, Luz y Recuerdo”

Al organizar el universo en horizontal y vertical, los Dioses Creadores forjaron a las parejas de dioses que controlarían:

  • Las aguas: Tláloc y Chalchiuhtlicue
  • La tierra: Tlaltecuhtli y Tlalcíhuatl
  • El fuego: Xiuhtecuhtli y Xantico
  • Los muertos: Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl

Al Mictlán sólo iban aquellos que morían de muerte natural, fueran señores o macehuales, sin distinción de rango ni riquezas, o de enfermedades que no tenían un carácter sagrado, el muerto debería de atravesar nueve regiones, de las cuales se descenderían simbólicamente como lo hace el dios Sol Tonatiuh todas las noches dentro de las fauces del señor y señora de la tierra, Tlaltecuhtli y Tlalcíhuatl.

El Inframundo, con sus nueve regiones que forman la travesía dentro del submundo con obstáculos específicos que expresan niveles de putrefacción y tormentos tanatomórficos que padecen los muertos en su regresión orgánica después de 4 años, y ya cuando los muertos alcanzaban lograr atravesar los infiernos, sí es que lo lograban, estos podrían liberar su alma, su tonalli, logrando así el descanso anhelado ante la presencia de Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, el señor y la señora de la muerte, los regidores del Inframundo.

 

El Lugar de los Muertos

De acuerdo a la cosmovisión mexica, el Mictlán (Lugar de los muertos) era el nivel inferior de la tierra de los muertos. El camino a este recinto, nos cuenta Bernardino de Sahagún en su “Historia general de las cosas de la Nueva España” era largo y peligroso: tenía nueve niveles verticales y descendientes.

Se creía que el viaje duraba cuatro años y que, al llegar a Mictlán luego de haber superado todos los obstáculos, el alma del difunto era recibida por Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl, las deidades del Inframundo, quienes le anunciaban el final de sus pesares.

Al Mictlán se dirigían por igual nobles y plebeyos, sin distinción alguna de rango ni de riquezas, pues la muerte no discrimina a nadie.

 

El ritual al difunto

Parte de los rituales funerarios para despedir a los difuntos en el México prehispánico era la confección de un discurso fúnebre de gran significado.

Acto seguido, el difunto abandonaba este plano terrenal y despertaba a la orilla de un río, que sería la primera de las pruebas para encontrar el descanso eterno de su alma. Este viaje no era una tarea sencilla, pues cada nivel ponía a prueba su carácter, convicción y resistencia.

 

Nivel 1: Itzcuintlán, "Lugar en que habita el perro"

Región donde existían los Xoloitzcuintle, los perros consagrados de Xólotl, quien en el pasado fuese el custodio del dios Sol durante las horas diurnas como el dios del ocaso, pero por haber atentado contra Tonatiuh durante su recorrido a través de la bóveda celeste, fue enviado al Mictlán por los Dioses Creadores para conciliar a los perros domésticos con los muertos.

En este paraje los muertos tendrían que cruzar el ancho río Apanohuacalhuia, donde habitaba Xochitónal, una iguana gigante, y cuyas orillas vagaban los muertos que no habían sido dignos porque en vida habían maltratado a algún perro, ya que, para atravesarlo, se requeriría de la ayuda de un perro Xoloitzcuintle, de los cuales tenían la tarea de descubrir si el difunto era digno o no, de lo contrario, el difunto quedaba varado sin poder seguir con su trayectoria al descanso anhelado.

Lee también: Actividades y festivales en la fiesta de “Día de Muertos” en Puebla capital

El río Apanohuacalhuia delimitaba la frontera entre los vivos y los muertos, en continuidad con los Xoloitzcuintle, que eran afluentes, donde los muertos debían cruzarlo para seguir con su descenso, y aquellos que no podían cruzarlo, eran obligados a vagar, como sombras, alrededor de sus orillas cuyo aire frío hacía de oídos sordos a las quejas de los muertos que sufrían constantemente por el remordimiento de haber lastimado a un perro en vida, por esta causa, se solía tener y criar perros para tal menester, tratarles con cariño para ser reconocidos como dignos, y al que le ponían en el cuello un hilo flojo de algodón.

 

Nivel 2: Tepeme Monamictlán, "Lugar en que se juntan las montañas"

Región donde existían dos enormes cerros que se abrían y se cerraban chocándose de entre sí, de manera continua, donde después de haber cruzado el río Apanohuacalhuia, el muerto tenía que buscar el momento propicio para cruzar estos cerros sin ser triturados.

 

Nivel 3: Itztépetl, "Montaña de obsidiana"

Región donde se encontraba una montaña con un sendero de pedernales obsidiana que desgarraban a los muertos cuando tenían que atravesarlo para cumplir su trayectoria. Es la residencia de Itztlacoliuhqui, dios de la obsidiana, señor del castigo, quien en el pasado fuese el custodio del dios Sol durante las horas matutinas como el dios de la aurora, Tlahuizcalpantecuhtli, quien cegado por los celos se atreviera a atacar al dios Sol Tonatiuh, recibiendo un contraataque que lo dejó ciego permanentemente debido a que una flecha que se atravesó en la cabeza, siendo además castigado por su falta al tercer estrado del Mictlán por los Dioses Creadores, teniendo la tarea de henchir con filosos pedernales el cerro. A continuación, se encontraba un extenso complejo llamado Itzehecáyan o Itzehelóyan, dividido en dos regiones con fuertes vientos, indispensables para que los muertos arrojen todas sus pertenencias como ropa, alhajas, armas y despojos personales, vientos tan fuertes que levantaban piedras y cortaban los cadáveres de los muertos con múltiples puntas de pedernal al recorrerlo, este complejo estaba dividido en dos regiones diferentes llamados Cehuelóyan y Pancuecuetlacáyan o Pancuecuetlalóyan.

 

Nivel 4: Cehuelóyan, "Lugar donde hay mucha nieve"

Es la primera región del extenso complejo Itzehecáyan, una extensa área congelada con ocho collados de piedras abruptas de aristas cortantes donde siempre caía nieve, es la residencia de Mictlecayotl o Mictlampehécatl, dios del viento frío del Norte, que traía el invierno desde el Mictlán hasta la tierra, era muy fuerte y de violento carácter, sus hermanos eran Huitztecayotl o Huitztlampehécatl, viento del Sur, Cihuatecayotl o Cihuatlampehécatl, viento del Oeste/Occidente y Tlahuiztecayotl o Tlahuiztlampehécatl, viento del Este/Oriente.

 

Nivel 5: Pancuetlacalóyan "Lugar donde la persona se voltea como bandera"

Es la segunda región del extenso complejo Itzehecáyan, al pie del último collado del Cehuecáyan, ahí comenzaba una extensa área desértica de difícil movimiento con ocho páramos donde no existía la gravedad, y los muertos estaban a merced de los vientos, que próximos a salir, éstos los regresaban o los llevaban de un lado a otro como banderas, hasta que finalmente lograban salir del sendero.

     

Nivel 6: Temiminalóyan, "Lugar donde te flechan saetas"

Región donde existía un extenso sendero en cuyos lados manos invisibles enviaban puntiagudas saetas para acribillar a los cadáveres de los muertos mientras lo atravesaban, las saetas pérdidas durante batallas que el muerto debía evitar para no ser flechado e irse desangrando.

 

Nivel 7: Teyollocualóyan "Lugar donde te comen el corazón"

Región donde habitaban fieras salvajes que abrían los pechos de los muertos para comerles el corazón, por lo que al salir del sendero, el muerto se encontraría con un jaguar que comería el corazón.

 

Nivel 8: Apanohualóyan "Lugar donde se tiene que cruzar agua"

Región donde se encontraba la desembocadura del río Apanohuacalhuia, una masa acuática de aguas negras donde el muerto ya sin corazón se debatía por largo rato en las aguas negras para salir, pero, ahí no acabarían sus penas, pues el difunto tendría que atravesar un extenso valle lleno de nueve hondos ríos, los nueve ríos adyacentes del ancho río Apanohuacalhuia, los ríos de los nueve estados de la conciencia.

 

Nivel 9: Mictlán, "Lugar donde se tienen nueve aguas"

Se alcanzaba el final del trayecto en una zona de niebla donde los muertos ya no podían ver a su alrededor. Su estado de cansancio provocaría la reflexión de las decisiones y movimientos de la historia del muerto, y se conectaría con todo lo que le sucedió en vida, con todo lo que le rodeaba. El muerto se volvía uno con todo. Así, dejaban de padecer y entraba en el Mictlán, la residencia del señor y de la señora de la Muerte.

Mictlán significa lugar eterno del reposo de los muertos: está compuesto por nueve dimensiones que simulan un cómputo de tiempo”.

“En cada dimensión existe un señor del día y otro de la noche, en total son 18 que multiplicados por 20 resultan 360 días del año; más cinco puntos cósmicos que son: tierra, agua, viento, fuego y Sol, nos da un total de 365 días del año”. Ese lugar representa el eterno descanso, donde vive Mictlantecuhtli, señor de los muertos.

 

Creencias prehispánicas

Las culturas prehispánicas compartían la creencia que existe una entidad anímica e inmortal que da conciencia al ser humano y que después de la muerte continúa su camino en el mundo de los muertos, donde sigue necesitando de utensilios, herramientas y alimentos.

En los 18 meses del calendario mexica se pueden observar que hay por lo menos seis festejos dedicados a los muertos. El más importante era la fiesta de los descarnados que se celebraba en el noveno mes, cercano a agosto, y estaba presidido por la diosa Mictecacíhuatl, señora de los muertos y reina de Mictlán, y por Mictlantecuhtli, señor del lugar de los muertos y dios de las sombras.

Pero el Mictlán, a donde llegaban todos los muertos que hubieran perecido de causas naturales, no era el único destino de los fallecidos.

En su cultura existía:

  • El Tonatiuhichan, a donde llegaban quienes morían en guerra o en labor de parto.
  • El Tlalocán, a donde iban los que fallecían por causa de agua, rayos, o enfermedades.
  • El Tonacacuauhtitlan,  lugar al que iban los niños que no habían probado el maíz, símbolo de la tierra y por lo tanto no habían tenido contacto con la muerte; allí, eran alimentados por el árbol que da sustento y donde permanecían hasta que recibían la oportunidad de una segunda vida, la posibilidad de reencarnar.

En el Mictlán no existían las connotaciones morales del infierno ni del paraíso, sin embargo para llegar los muertos debían durante cuatro años, pasar por diversas pruebas que encontraban en los diferentes niveles del inframundo, para finalmente llegar al lugar de su eterno reposo, liberarse de su Tonalli o Alma y ser compensados por la presencia de Tonatiuh, el dios del Sol, al caer la tarde.

 

Cristianismo: La muerte, según los conquistadores

No fue hasta la llegada de los conquistadores, cuando la divulgación del cristianismo introdujo a nuestra cultura el terror a la muerte y al infierno; sin embargo los evangelizadores tuvieron que ceder ante las fuertes creencias de los nativos, dando lugar a un sincretismo entre las costumbres españolas y las indígenas, que dio origen a lo que hoy conocemos como la celebración de Día de Muertos.

De acuerdo a la Iglesia Católica, los días señalados para honrar a los muertos son el 1 y 2 de noviembre, días de Todos los Santos y Fieles Difuntos, respectivamente.

Sin embargo, para quienes siguen las costumbres indígenas, la celebración comienza la última semana de octubre y finaliza los primeros días del mes de noviembre.

Así, en algunas regiones los festejos comienzan el 25 ó 28 de octubre y finalizan, dependiendo de las costumbres locales, el 2 ó 3 de noviembre.

Cuenta la historia y la tradición que ha pasado entre generaciones, que las Ánimas llegan en orden a las 12 horas de cada día, siendo el orden más generalizado:

  • 28 de octubre: día en que se recibe a los que murieron a causa de un accidente y nunca pudieron llegar a su destino, o bien, los que tuvieron una muerte repentina y violenta.
  • 29 de octubre:día que se reciben a los ahogados.
  • 30 de octubre: a las ánimas solas y olvidadas, que no tienen familiares que los recuerden; los huérfanos y los criminales.
  • 31 de octubre: a los limbos, los que nunca nacieron o no recibieron el bautismo.
  • 1 de noviembre: a los niños, también referidos como "Angelitos".
  • 2 de noviembre: a los muertos adultos.

 

Creencias y ofrendas

Sin embargo, este orden varía en cada región. Por ejemplo, los días 29 y 30 de octubre se celebra a los fallecidos nuevos, de no más de un año; considerando además, que los que murieron el mes anterior a la celebración no reciben ofrenda, pues carecen de tiempo para obtener permiso de volver al mundo terrenal. El día 31 se espera a nuestros ancestros, a los muertos de los muertos, a los que no conocimos.

Otro ejemplo es que el 2 de noviembre se reciben a todas las ánimas, en otros lugares se rigen por el calendario maya y la celebración del Día de Muertos va del 15 de octubre al 2 de noviembre.

El elemento más representativo de la festividad de Día de Muertos son los altares con sus ofrendas, una representación de nuestra visión sobre la muerte, llena de alegorías y de significados. En los lugares donde la tradición está más arraigada, los altares comienzan a tomar forma el 28 de octubre y llegan a su máximo esplendor el día 2 de noviembre.

Es común, que el primer día se prenda una veladora y se coloque una flor blanca; al siguiente día se añade otra veladora y se ofrenda un vaso de agua. Para el día 30, se enciende una nueva veladora, se coloca otro vaso de agua y se pone un pan blanco; al día siguiente se coloca la fruta de temporada (mandarina, guayaba, naranja, manzana, tejocote).

Para el primero de noviembre se pone la comida dulce, el chocolate, la calabaza en tacha y las flores. El día mayor se coloca la comida preferida de los difuntos, el tequila, el mezcal y la cerveza.

El elemento que no falta en ninguno de estos días es el copal encendido.

 

Altares, su significado

Tradicionalmente los altares tienen niveles y dependiendo de las costumbres familiares se usan dos, tres o siete niveles.

Los altares de dos niveles, los más comunes hoy en día, representan la división del cielo y de la tierra. Los de tres niveles representan el cielo, la tierra y el inframundo, aunque también se les pueden referir como los elementos de la Santísima Trinidad.

Te puede interesar: Presentan el cartel con 150 actividades por DÍA DE MUERTOS en la capital

El tradicional por excelencia es el altar de siete niveles que representan los niveles que debe atravesar el alma para poder llegar al lugar de su descanso espiritual.

Cada escalón, es cubierto con manteles, papel picado, hojas de plátano, palmillas y petates de tule; cada escalón tiene un significado distinto.

 

Los escalones:

  1. En el más alto se coloca la imagen del santo de devoción de la familia.
  2. El segundo está destinado a las ánimas del purgatorio.
  3. En el tercero se coloca la sal símbolo de la purificación.
  4. En el cuarto se coloca el pan, que se ofrece como alimento y como consagración.
  5. En el quinto se colocan las frutas y los platillos preferidos por los difuntos.
  6. En el sexto van las fotografías de los difuntos a los que se les dedica el altar
  7. En el séptimo, en contacto con la tierra, se forma una cruz formada por flores, semillas o frutas.

Cada elemento puesto en el altar tiene su propio significado e importancia. El copal y el incienso representan la purificación del alma y su aroma es capaz de guiar a los difuntos hacia su ofrenda.

El arco, hecho con carrizo y decorado con flores, se ubica por encima del primer nivel del altar y simboliza la puerta que conecta al mundo de los muertos; es considerado el octavo nivel que se debe seguir para llegar al Mictlán.

El papel picado y sus colores representan la pureza y el duelo, actualmente se adornan con calaveras y otros elementos de la cultura popular; en la época prehispánica, se utilizaba el papel amate y en él se dibujaban diferentes deidades.

A través de las velas, veladoras y cirios está presente el fuego, que se ofrenda a las ánimas para alumbrar su camino de vuelta a su morada. Es costumbre, que se coloquen cuatro veladoras, representando una cruz y los puntos cardinales, pero también en algunas comunidades, cada vela representa un difunto, por lo que el número de velas dependerá de las almas que reciba la familia.

Lee también: Ven a Atlixco y disfruta de las catrinas gigantes este Día de Muertos

En las ofrendas nunca puede faltar el agua, la fuente de vida, pues es necesaria para calmar la sed del visitante después de su largo recorrido. Tampoco podemos olvidarnos de la sal, elemento de purificación que sirve para que el alma no se corrompa en su viaje de ida y vuelta.

El pan de muerto, tiene un doble significado. Por un lado, representa la cruz de Cristo; por otro, las tiras sobre la corteza representan los huesos y el ajonjolí, las lágrimas de las ánimas que no han encontrado el descanso.

La flor de cempasúchil, la nube y el moco de pavo son las flores que decoran las ofrendas y los cementerios; al igual que el copal, se cree que su aroma atrae y guía a las almas de los muertos.

Las calaveritas de azúcar, chocolate y amaranto, así como otros alfeñiques, hacen alusión a la muerte y de cierta forma, se burlan de ella, siendo costumbre escribirles en la frente el nombre del difunto.

 

Visita al cementerio

Durante estos días de festividades se deben visitar las tumbas de los difuntos para limpiarlas y arreglarlas con flores y veladoras. Esta visita, es una muestra más de la riqueza y diversidad de la tradición, en algunos lugares, es costumbre colocar una ofrenda sobre el sepulcro y pasar allí la noche en vela con la familia reunida.

No faltan los rezos ni la música, todos rodean la tumba para orar por sus difuntos, tras colocar una ofrenda sobre los sepulcros, alimentos que eran del agrado de sus seres queridos, flores y numerosas velas; pasan las horas en calma, orando y observando la intensidad de la luz de las velas.

La celebración de Día de Muertos tiene un principio común: la familia se reúne para dar la bienvenida a las ánimas, colocar los altares y las ofrendas, visitar el cementerio y arreglar las tumbas, asistir a los oficios religiosos, despedir a los visitantes del más allá y después sentarse a la mesa para compartir los alimentos, que tras haber sido levantada la ofrenda, han perdido su aroma y sabor, pues los difuntos se han llevado su esencia.

“El Día de Muertos retoma toda una tradición profunda, donde se guarda el culto a los difuntos con alegría, porque la materia se desintegra, pero comienza el principio eterno”.

*ADR *JR